Capitan Vicente Almandos Almonacid

Association Mémoire de Mermoz
Les bulletins information Mémoire Mermoz

http://postale.free.fr/libes/septembre2015/Memoire-Mermoz-septembre2015.pdf

Bulletin Septembre 2015

« Ainsi Mermoz avait défriché les sables, la montagne, la nuit et la mer. »
Antoine de Saint-Exupéry (Terre des hommes)

Jean Mermoz

 UNIÓN NACIONAL DE VETERANOS – BUENOS AIRES
«Reproducimos un extracto de la conferencia, realizada en Buenos Aires por el Sr. Alberto Allende Iriarte, el origen de Vicente Almandos Almoncid, capitán de la Fuerza Aérea francesa y director de la Aeroposta Argentina (cf. boletines). Agradecemos al Sr. Serge Leteur Presidente de la UNC Argentina, que era el presidente a quien Almonacid le envio este texto, y a Charles Branet para la traducción.» (Alain Bergeaud )

Capitan Vicente Almandos Almonacid

“Héroe de guerra – precursor de la aeronavegación comercial”

Por Alberto Gonzalo Allende Iriarte

Algunos autores e inclusive el Diputado Costa, autor del proyecto de ley que proponía incorporarlo al Ejército Argentino, consideran que es árabe su origen familiar, sin embargo, estaría confirmado que su origen es vasco, proveniente de la Villa Navarra que lleva su nombre “Almandoz”, donde esta familia era limpia de sangre y con tradicional estirpe.
Su 5º y su 4º abuelos paternos, Martin de Almandoz  y Francisco de Almandoz son nacidos en Navarra. Su tatarabuelo Hilario de Almandoz fue el primero de su estirpe en llegar a América. Su bisabuelo fue Martin José Félix Almandoz. Su abuelo fue el Coronel unitario Lino Almandoz, que defendiendo su causa luchó contra el “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela. Su padre, Vicente Almandos Almonacid fue escribano público y precursor de la minería riojana, en 1869 fue nombrado ministro de gobierno del Gobernador de La Rioja Benjamín de la Vega, luego ocupó diversos cargos con los Gobernadores Pedro Gordillo y Rubén Ocampo. Fue elegido Gobernador, militando en las filas de Alsina, el 27 de Junio de 1877, cargo que ocupó hasta el mes de Junio de 1880. Nombró a su padre comandante de armas, quien lo defendió en un motín que pretendía derribarlo. Apoyó al Presidente Avellaneda en la Revolución de 1880 y envió a los diputados y senadores de su provincia a apoyar en la ciudad de Belgrano al Presidente. Tuvo un desempeño conflictivo por enfrentamientos con la legislatura. Luego de ser designado Juez de Paz, falleció en la Rioja en 1891, dejando a su familia en precaria situación económica. En sus funerales, su actuación fue reivindicada por las más altas autoridades riojanas.
El personaje que nos ocupa, de romántica y aventurera vida, había nacido en Chilecito, provincia de La Rioja, el 24 de Diciembre de 1882. Fueron sus padres, el citado Gobernador de la Rioja, Vicente Almandos Almonacid, y la distinguida Dama, Esmeralda Castro Barros, sobrina del Congresista de Tucumán, Obispo Pedro Ignacio Castro Barros. Dada la difícil situación económica en que había quedado la familia, su madre tomo la decisión de trasladarse a Buenos Aires para educar a sus hijos, cuando el joven Vicente contaba con solos seis años de edad. Sus primeros estudios fueron en la Escuela Nacional, donde también terminó su enseñanza secundaria. Luego ingresó en la escuela naval militar que abandonó para inscribirse en la facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, donde estudió Ingeniería.
La Argentina brillaba refulgente con las luces de sus éxitos económicos, sociales y culturales en ocasión del Centenario de la Revolución de Mayo. Entre los eventos de su conmemoración, arribaron al país aviones y pilotos italianos y franceses. La ejecución de sus exhibiciones deslumbró a la ciudadanía. Nuestro héroe, que tenía una firme vocación por la aeronavegación, presencio con admiración sus arriesgadas maniobras y desde entonces se impuso emular sus proezas.
Los conocimientos adquiridos en sus estudios y su firme interés por la aeronáutica lo indujeron a construir un aeroplano, producto de su ingenio. Lo denominó: “El Aeromóvil”. En los primeros meses de 1913, en el Palomar, ante un comité técnico presidido por el Ingeniero Mascias, el aeroplano de Almonacid se puso a prueba conducido por el aviador Raúl Goubat. Su muestra fue aprobada satisfactoriamente, pero se consideró que su producción industrial en el país no era conveniente. No obstante, en 1913, logro patentarlo en Francia bajo el número 10.5868.
Por entonces, en el país Galo se había creado la primera escuela de aviación, y Almonacid decidió ir a Paris a cristalizar sus proyectos de poder volar y a perfeccionar sus estudios aeronáuticos. Llego al Paris de la Belle Époque a fines de 1913, y en esa ciudad se vinculó con el constructor de la famosa torre que lleva su nombre, el Ingeniero Alejandro Gustavo Eiffel, con quien compartió largas tertulias que lo enriquecieron en aerodinámica y en la estabilidad automática de los aviones. Eiffel lo vinculó e introdujo en el mundo de la aeronavegación y sus protagonistas. Nos cuenta el profesor José Antonio Casas que: “al poco tiempo se dirigió al aeródromo de Farman, situado en las cercanías de Versalles, donde tuvo su primera experiencia como piloto, en un hecho que no nos deja, aun hoy, de sorprender: Como desconocía el idioma, los profesores franceses que habrían de enseñarle la técnica de vuelo, lo confundieron con un avezado piloto sudamericano. Como consecuencia lo impulsaron a comandar un complejo monomotor que estaba listo para despegar en pista. Almonacid solo había piloteado el sencillo aparato de su invención, siendo su especialidad la mecánica. Pero tales argumentos difícilmente serian comprendidos por los franceses, que se quedaron absortos ante las impotentes gesticulaciones del riojano. Con bastante temor, se vio instalado frente al incomprensible tablero de comando del aparato, y guiado por su intuición logro despegar. Ya en el aire, necesariamente tuvo que ir probando el desconocido instrumental de vuelo, lo que provocaba en el aparato arriesgadas maniobras. Los franceses, que contemplaban asombrados los giros y contra giros y las veloces picadas del avión, creyeron que el piloto estaba haciendo una exhibición de acrobacia aérea. Finalmente logró aterrizar. Para su confusión los espectadores lo recibieron con un cerrado aplauso.”
Almonacid, con su lucidez, rápidamente aprendió el idioma francés e intensifico su aprendizaje en la escuela Farman, por lo cual el Aeroclub de Francia le otorgo su brevet de piloto aviador internacional el 3 de Octubre de 1913.
La guerra
Ante la agresión alemana, Francia se vio obligada a entrar en una guerra que se extendía en Europa, en otros continentes e involucraría también a los Estados Unidos. Este conflicto comenzó el primero de Agosto de 1914 y se llamaría “La Primera Guerra Mundial”. Almonacid se enrolo en la “Legión Extranjera” el 10 de Agosto de 1914, ingresando como piloto al obtener su brevet militar y se incorporó a la escuadrilla 35, radicada en Popesinhe a disposición del 32 cuerpo de ejército.
Su actividad militar como piloto se inicia con vuelos de vigilancia, de observación y como fotógrafo. Sin lugar a duda, la audacia y pericia de Almonacid se manifestó al ser el uno de los precursores de los vuelos nocturnos. Al respecto, nuevamente Casas, en su trabajo “El legendario Cóndor Riojano” cita sus expresiones al respecto: “Entré de soldado aviador, y fui incorporado a una escuadrilla que operaba en el campo atrincherado de Paris. ¡Poco peligro, che! Estar de guardia constantemente para impedir que los Taubes volasen sobre Paris. Y entonces empezamos a hacer vuelos de noche sobre la gran urbe. ¡Muy emocionante, che, y no exento de peligros! Pero así y todo no era esto lo que yo buscaba. Pedí que me enviasen al frente de batalla y conseguí que me agregasen a la 27 escuadrilla a la que ahora pertenezco. Nuestra misión tiene por objeto, dada nuestra proximidad de la frontera alemana, volar sobre territorio enemigo, para bombardear estaciones y fabricas de municiones”. Estos vuelos nocturnos que comenzaron en su tarea de observador, lo llevarían a volar sobre territorio alemán saliendo de noche de su base y llegando al amanecer a sus objetivos a los cuales bombardeaba con la facilidad que le concedía la sorpresa de su acción. Sus jefes quedaron impresionados con su capacidad y audacia. Luego de arrojar bombas sobre Ostende, fue citado en parte por primera vez y ascendido a Sargento el 21 de Marzo de 1915, con la siguiente mención: “Vicente Almandos Almonacid, Argentino, alistado para la duración de la guerra. Piloto lleno de entusiasmo y audacia. Bajo el fuego más violento siempre ha terminado su reconocimiento con el más profundo desprecio del peligro. En varias oportunidades su aparato fue alcanzado por los proyectiles. Ejecutó solo, con un ingenioso dispositivo de su invención, varios bombardeos nocturnos sobre objetivos alejados”.
El 4 de Mayo de 1915, Almandos Almonacid es ascendido a Sargento ayudante, y el 3 de Julio, por haber caído prisionero Roland Garros, ocupa su lugar y es incorporado a la escuadrilla M.F.20 comandada por el Capitán Haeppe, donde sus compañeros y adversarios le otorgan el mote de “buitre de las sierras”. También José Antonio Casas, en su citado trabajo publicado en el diario El Independiente, relata: “al preguntársele cual había sido el vuelo más emocionante que había vivido, Almonacid rápidamente contestó, con uno de estas arriesgadas misiones nocturnas: Pues hace poco nomás, recibí la orden de bombardear una fábrica de gases asfixiantes a unos 150 kilómetros de la frontera. Salí a las 4 de la mañana. Todavía hacia noche y puse un par de horas en hacer el viaje de ida. Pues soplaba un viento norte bastante fuerte. Salvo la dificultad que me oponía el viento, no tuve ningún contratiempo a la ida. Recién salía el sol cuando empecé a bombardear la fábrica que me habían designado. La séptima bomba causaba el efecto deseado. Casi se me vuelca el aparato, tan formidable fue la explosión. Baje planeando para ver si había quedado aun algo por hacer y cuando estaba a poca altura pude observar que varios aeroplanos tomaban vuelo dispuestos a lanzarse en mi persecución. Sin perder un minuto empecé a tomar altura en vuelos en espiral, pues además por allá abajo las ametralladoras empezaban a funcionar. Cuando me encontré a unos 1500 metros me di cuenta que me encontraba rodeado de 7 aviatiks que se proponían cortarme la retirada. Descendí de nuevo y puse el motor a toda velocidad tomando ventaja sobre los aparatos alemanes. Cuando ya casi me encontraba en territorio francés, mi corazón latía con menos fuerza, pues me sentí ya casi seguro de mi salvación. Por medio de una hábil maniobra logre atraerlos a la zona dominada por la artillería francesa, la cual comenzó un fuego incesante contra mis perseguidores, logrando derribar dos de ellos y obligando a los otros a huir. Créanme que cuando aterrice largue un respiro muy fuerte, pues aquel día sentí un poquito de miedo, pues vi la muerte muy cerca. Excuso de decirles que mi aparato estaba acribillado de balas. Esta acción me valió que me citasen en el orden del día y poco días después recibía la medalla militar, o sea la más alta recompensa”. El ejército francés le da una nueva distinción y lo condecora con la “medalla militar” y en su parte militar del 21 de septiembre de 1915 explicaba:”Almonacid Vicente Almandos, Sargento ayudante, piloto de la escuadrilla 29; siendo oficial del Ejército Argentino, aceptó servir en el ejército francés como simple soldado, ganando sucesivamente todos sus grados. Desde el mes de Octubre, no ha cesado de demostrar el ejemplo de coraje y el espíritu de iniciativa en el transcurso de numerosas expediciones, que de día y de noche realiza en las condiciones más difíciles. El 26 de Agosto de 1915 efectuó con 4 horas de intervalo, dos bombardeos de larga distancia, uno de ellos de noche “.
El 8 de Octubre de 1915 asciende al grado de subteniente y es designado para comandar temporariamente la escuadrilla 29.
Por entonces el ejército francés adopta el lanzabombas por él inventado. También sufrió heridas motivadas por haber sido derribado en una de sus incursiones. Recibió la orden de formar una escuadrilla de larga distancia compuesta por pilotos de vuelos nocturnos que él había adiestrado. Fue ascendido al grado de teniente y tomo la comandancia efectiva de la escuadrilla 29. Al mando de dicha escuadrilla intervino con valor en todos los teatros de la guerra hasta su terminación, superando las mil horas de vuelo, derribando tres aviones y destruyendo innumerables centros militares del enemigo. Uno de los aviones que abatió fue derribado por Almonacid en una forma inusual, fue un avión enemigo aviatik que trataba de regular el tiro de artillería alemana en tierra, nuestro héroe lo ataco, derribándolo a tiros de revolver. En el año 1977 el “Instituto Argentino de Historia Aeronáutica Jorge Newbery” produjo un trabajo donde consigna que “corresponde recordar a si mismo que durante el lapso comprendido entre los años 1914 y 1918 la inventiva de Almandos Almonacid produjo las siguientes novedades: 1914- iniciar los vuelos nocturnos de reconocimiento y bombardeo y transportar las bombas bajo las alas en lugar del fuselaje. 1915- inventa un lanzabombas luego adoptado por el ejército. 1916- inventa un nuevo visor de estabilidad automática. 1917/18- inventa tres tipos de bombas de aviación, denominadas “torpedos de minas de granada y de gas” e imagina un nuevo procedimiento de señalización nocturna entre aviones. Y es historia innegable que los ingeniosos dispositivos creados por el no solo fueron registrados en la guía de los centros industriales alemanes, sino imitados por el enemigo en sus aviones de guerra. Además realizo los siguientes trabajos técnicos: guía para los bombardeos desde aviones de los centros industriales alemanes donde se indican las prioridades, los métodos y elementos a destruir, los medios más eficaces de acción, etcétera. Memoria descriptiva del torpedo mina (proyectil de penetración) tipo Almonacid; teoría fundamental, descripción y ensayo, etcétera. Igualmente para el torpedo granada de fragmentación y el de gas; un estudio relativo a la aviación de bombardeo; teoría de la eficacia de los proyectiles explosivos incendiarios y de gases, así como otros tratados sobre tema de su especialidad. Por todo ello, el 12 de Agosto de 1918 recibe una carta de felicitación del Ministerio de Armamentos y de fabricaciones de Guerra. Finalmente, el 1ero de Mayo de 1919 recibe su ultima citación en la orden del ejercito, firmada por el comandante en jefe de los ejércitos de Francia, Mariscal Pétain, nombrándolo caballero de la legión de honor en merito a su ejemplo de resistencia y abnegación, volando de día y de noche, el haberse especializado en estudios técnicos, haber concebido y hecho ejecutar un lanzabombas y un visor para el mismo, haber sido herido y tener la medalla militar por hechos de guerra. Como corolario de su inventiva, le fueron otorgadas numerosas patentes, entre las cuales se destacan las siguientes: por un proyectil de bombardeo, Bélgica el 7-1-1918 Italia el 9-1-1918 y Francia el 24-12-1920 por un sistema de hélices sobre un mismo eje, es decir el mismo que presentara en 1913 en el Palomar, Francia el 1-8-1921 e Inglaterra el 24-12-1920. A estos agregaremos otros, en Francia el 4-5-1937, Inglaterra el 26-5-1937 e Italia el 2-5-1938 por un sistema de transmisión mecánica de un movimiento rotativo, y el 20-2-1940 un pedido de patente a Francia por una mira para dirigir el tiro de los aviones”.
La heroica figura de Almandos Almonacid, que por entonces había sido ascendido al grado de Capitán del Ejército Francés, lo vio recorrer por las calles de Paris durante casi un año después de terminada la guerra. También por entonces, el arco de Triunfo lo vio pasar repetidas veces desfilando con las tropas vencedoras.
Como saldo final de su actuación, reiterando lo expuesto, podemos señalar que este héroe argentino de la Primera Guerra Mundial, fue premiado con las siguientes distinciones: con la medalla militar de Francia, la cruz de guerra con cuatro palmas, la legión de honor como caballero, la placa de plata de la Liga Aeronáutica Francesa, con los cordones de meritos extraordinarios y una condecoración de Gran Bretaña por superar las mil horas de vuelo. Su nombre está inscripto en el arco de triunfo y ocupa un lugar destacado junto a doce héroes de ese conflicto.
El retorno  a la Patria
Finalizada la Gran Guerra, el  Capitán del ejército francés Vicente Almandos Almonacid, fue incorporado en carácter de Jefe de División en la misión militar francesa enviada a nuestro país el 6 de Septiembre de 1919. Cruzó el océano en el transatlántico “Belle Isle” acompañado por una escuadrilla de 24 aviones franceses. Esta misión estaba presidida por el Teniente Coronel Mauricio Precordin.
Nuestro personaje fue recibido por los ciudadanos de Buenos Aires con un clamoroso entusiasmo recibiendo de la multitud un homenaje para el impensado, que le dio la bienvenida a lo largo de la Avenida de Mayo, y recorrió, acompañándolo, las calles de la ciudad. Este recibimiento había sido preparado por el comité de recepción, constituido, entre otros, por Belisario Roldán, Enrique Loncan y Joaquín V. Gonzales, quien fue el encargado de pronunciar el discurso de bienvenida. Gonzales, con emotivas palabras, lo bautizó el “Centinela de los Andes”. La misión francesa decidió homenajear al ejército de Chile y designo al Capitán Almonacid y al teniente Fernando Prieur, a cuyo efecto se los proveyó de dos aviones: un Spad 220 y un Breguet 300 hp. El Capitán Almados Almonacid tuvo ciertas dificultades y tuvo que realizar un aterrizaje forzoso, pero igual lograron cumplir la misión encomendada.
Por entonces el Congreso de la Nación, con el voto unánime de ambas cámaras, sanciono la ley 10.989, por la cual incorporaba a Vicente Almandos Almonacid al ejército Argentino, con el mismo grado de Capitán, que le confiriera el Ejercito Francés. El Diputado Julio A. Costa fundamento la ley de su autoría con un laudatorio discurso. Lamentablemente, la incorporación de Almandos Almonacid jamás fue concretada. Este hecho no lo pudo revertir treinta años después el Diputado Nacional del Partido Demócrata Nacional, Reynaldo Pastor, quien el 27 de Agosto de 1948 presento un proyecto de ley que no fue aprobado, que en su artículo primero establecía: “ se reconoce al ciudadano don Vicente Almandos Almonacid el grado de Capitán de Aeronáutica Militar, en situación de retiro, y con derecho al sueldo y emolumentos del grado desde el día de la sanción de la presente ley y conforme a la voluntad del Congreso Argentino, ya expresada por ley 10.989 el 31 de Diciembre de 1919”.
Nuestro héroe, que continuaba su fiebre aventurera, proyecta una nueva hazaña que es relatada en la biografía que de él realizara la Dirección de estudios históricos de la fuerza Aérea en la siguiente forma: “la misión Aeronáutica francesa dio por finalizado su cometido y partió para Francia, mientras Almonacid, en Mendoza, esperaba. Y el fruto de esa espera señalo para la historia de la aviación nacional otro de sus encomiables perfiles precursores. El Teniente francés Juan Guichard y el argentino Jiménez Lastra, camaradas de guerra de Almonacid, habían gestionado ante la compañía Franco argentina de transportes Aéreos, la compra de un avión para enviárselo a aquel. El Presidente de la compañía, con generoso gesto, le puso a su disposición un biplano Spad, motor Hispano Suiza 220 HP de propiedad de la empresa, fletándoselo por ferrocarril. El 29 de Marzo de 1920 despego desde Los Tamarindos a las 17:45 horas, dirigiéndose hacia la cordillera. Arribó a las 20:35 horas en la playa de Vergara, próxima a Viña del Mar, logrando concretar la hazaña del cruce de los Andes en vuelo nocturno. Antes de partir se despidió de sus compañeros diciéndoles:” adiós me voy a cenar a Chile”. Regreso en tren a Mendoza, trasportando el avión utilizado, y fue recibido con una gran manifestación popular. Estas escenas se repitieron a su llegada a Buenos Aires. El entonces Director General de la incipiente Aviación Militar Argentina, Coronel Enrique Mosconi, le envió un mensaje con cálidas felicitaciones. El primero de Diciembre de 1924, junto al Coronel Mosconi, propicio la fundación del Instituto Aerotécnico Argentino, y fue elegido Presidente de su primera Comisión Directiva.”
Precursor de las Empresas Aerocomerciales
Dentro de los males de todo tipo producidos por la primera Guerra Mundial, este conflicto dio por resultado positivo el gran desarrollo y progreso en materia aeronáutica, lo que motivó que se diera inicio a la utilización del avión con fines comerciales. Inicialmente fue la “Aeroposta” para la correspondencia y el transporte de pasajeros, y finalmente con los avances tecnológicos se llegó a las “cargas”. En Francia, Pierre Latècoère, fue el iniciador con su primera ruta Toulouse Barcelona, y luego Alicante, Málaga, Tánger, Rabat y Casablanca, para llegar en 1925 a Dakar. Luego este pionero se proyectó en Sudamérica, desde Natal hasta Buenos Aires. Los estudios de factibilidad en Brasil y Argentina fueron realizados por el Capitán de Aviación Roig, quien consultó a su compañero de Guerra el Capitán Almandos Almonacid para poder definir las rutas que en 1925 siguieron desde Rio de Janeiro a Buenos Aires.
La gestión que Almandos Almonacid realizó ante el Presidente Alvear por pedido del Señor Marcel Bouilloux-Lafont fue definitoria para suscribir en 1927 los contratos que le permitieron a este transportar correos de Argentina hasta Europa. En ese año, el Señor Bouilloux-Lafont compró sus acciones al Señor Latècoère y designó a la empresa como “Compagnie General Aeropostal” que se ocupó de la ruta entre Europa y América de Sur. Esta empresa Francesa decidió ampliar su actividad en el territorio Argentino y a tal efecto convocó a Almandos Almonacid, quien exigió que la empresa se creara como filial de la europea y fuese integrada por mayoría de accionistas argentinos. El 5 de Septiembre de 1927, quedo constituida “Aeropostal Argentina Sociedad Anónima”, en cuya reunión constitutiva como socio fundador, se lo designa Director, Gerente y Técnico.
Esta empresa presidida por el Señor  Marcel Bouilloux-Lafont, inicio sus servicios con las rutas Buenos Aires- Asunción, Buenos Aires-Chile, Buenos Aires-Mar del Plata y Bahía Blanca-Río Gallegos, utilizando aviones de fabricación francesa Breguet 14 y Late 25. Cabe señalar que Almonacid fue el cerebro  y factótum en la conducción de la empresa, la que condujo con el total apoyo de sus socios franceses.
El periodista Josué Quesada, en una entrevista que le hiciera en 1946 le preguntó: “La aeroposta argentina ¿tuvo alguna subvención del gobierno?”,  a lo que respondió Almandos Almonacid:” absolutamente ninguna. Mientras yo dirigí su funcionamiento no le costó al Estado ni un solo centavo, y eso que tuvimos que instalar desde Posadas en el Norte hasta Rio Gallegos en el Sur, diez aeropuertos de costosa construcción y mantenimiento. Durante el tiempo que yo estuve a su frente, esa línea tuvo un cien por ciento de regularidad y seguridad.” En Europa y en Norte América, era considerada como la primer línea del mundo y se la citaba como ejemplo alentador para que empresarios instalaran líneas de esta índole.
Por entonces, el Capitán Almandos Almonacid reúne a lo más granado de la comunidad aeronáutica, entre otros a Mosconi, Newton, Padilla, Ballester Molina, Luro y De La Serna, y el 4 de Julio de 1926 funda el “Instituto Aeronáutico Argentino”.
En 1929 propone al señor Jefe de la Policía Provincial la creación de la Policía Aérea, que tendría por función la seguridad, transporte sanitario, salvamentos, prevención de incendios e inundaciones, organización de talleres y hangares e instrucción de pilotos.
En 1931 renuncia como Director de la Sociedad Crédito Financiero y en 1932 también renuncia como Vicepresidente de las compañías Aeroposta Argentina y Aeroposta Uruguaya.
Por no contar entonces la Argentina con pilotos suficientemente idóneos para manejar los aviones que debían prestar servicios en sus rutas, Almonacid contrató para esta tarea a los más experimentados aviadores franceses, entre ellos verdaderos astros de la aviación como Antoine de Saint-Euxpery, Jean Mermoz y Henry Guillaume t.
La Aeroposta fue una herramienta fundamental para mantener comunicados alejados puntos de nuestro territorio. En la crisis del año 30, el gobierno, debido a la importancia de su servicio, auxilió a las empresas de Aeroposta, para que no dejaran de operar. El desarrollo de la explotación petrolífera contó con la Aeroposta como un medio eficaz de comunicación, entre la parte directriz y administrativa, con la zona de producción.
En 1931, la empresa tuvo que cancelar vuelos, manteniendo con gran esfuerzo el servicio a la Patagonia. Posteriormente, el gobierno tomo a su cargo los vuelos hacia la parte austral de nuestro territorio, creando “Aeropostal Argentina”, antecesora de “Aerolíneas Argentinas”.

Nuevamente aviador militar
En la magnífica biografía realizada por el “Instituto de Historia Aeronáutica Argentina Jorge Newbery” en su página 27, bajo el subtítulo denominado “El Sempiterno Quijote” trata esta parte de su vida aventurera en forma magnífica, razón por la cual nos limitaremos a transcribir su contenido:
”A mediados de 1932 estalla la guerra entre hermanos americanos. Problemas territoriales enfrentan a Bolivia y Paraguay en una lucha armada que alcanzaría a casi tres años.
Almandos Almonacid, íntimamente vinculado con el Paraguay a través de sus gestiones relacionadas con los convenios aerocomerciales de Aeroposta Argentina, y con el gesto que era proverbial en él, ofreció sus servicios a la causa Paraguaya. Y nuevamente el contenedor de mil batallas aéreas en los cielos de Francia acudía en defensa de lo que consideraba la libertad y la justicia.
Su viaje hasta Asunción tuvo gran resonancia, ya que durante el mismo, en cada puerto que hacía escala, el barco era recibido con grandes demostraciones de cariño, las que culminaron en Asunción, donde una multitud salió a recibirlo como el héroe de los cielos de Francia que venía a defenderlos.
Para evaluar su labor nos referiremos a lo que se menciona en un trabajo sobre su actuación, que dice: ”Apenas se hizo cargo del Comando del Arma Aérea, mandó editar un folleto para ilustrar a los pilotos sobre la conducta a desarrollar en la guerra del Chaco Boreal en las misiones de caza. Creó la Dirección General de Aeronáutica y la de Material y Suministros, aparte de echar las bases del Primer Grupo de Aviación en Campaña.”
Confirmando lo mencionado precedentemente respecto de su actuación, durante la guerra se lo nombró “mayor honoris causa” y posteriormente Comendador de la Orden Nacional del Mérito, por decreto 1853, de fecha 31 de diciembre de 1948, según se establece en un diploma de fecha 20 de julio de 1958, firmado por el General Stroessner, Presidente del Paraguay.
Asimismo cooperó eficazmente para la implantación del servicio aeropostal entre Asunción y Buenos Aires con la Aeroposta Argentina, incluso para la instalación de la primera estación radioeléctrica aeronáutica, para lo cual, mediante el decreto 32.696 del 20 de febrero de 1929, se le otorga, en representación de la Aeroposta Argentina, la concesión correspondiente. Por todo ellos se lo declara fundador del Servicio Aeropostal Asunción-Buenos Aires, lo que quedó establecido en el cuño para un proyecto de estampilla preparado por el Correo del Paraguay, que dice:” Correo Aéreo, pesos 2,85” y en la que aparecen la figura de Silvio A. Pettirossi, con la mención “Primer Aviador Paraguayo”, y la del Capitán Vicente Almandos Almonacid, como “Fundador del Servicio Aeropostal Asunción-Buenos Aires”.
Sus últimos años
Al finalizar su actuación en la Guerra del Paraguay contra Bolivia, donde le cupo tan brillante papel, el Presidente Agustín P. Justo lo designó Cónsul y conservador de la casa donde falleció el General San Martin en Boulogne-Sur-mer, donde desempeñó sus cargos por más de seis años con verdadera emoción. Almandos Almonacid era un apasionado del padre de la patria. En ese ámbito profundizo sus conocimientos sobre San Martin y reafirmó su devoción sobre El Libertador, que lo llevó a escribir su soneto: “Oración al General San Martin” escrito en castellano y en francés. Más tarde en 1948 realizó un estudio referente al espíritu del Libertador que tituló: “Reflejos del Sable de San Martin el Grande”. El 7 de Junio de 1940, el diario La Nación publica la siguiente nota con la fotografía de nuestro cónsul en Boulogne-Sur-Mer: ”Desde el 27 de Mayo no se tienen noticias del Sr. Vicente A. Almonacid
Desde hace ya algunos días preocupa a la Cancillería Argentina la falta de noticias del cónsul argentino en Boulogne Sur Mer, Sr. Vicente Almandos Almonacid.
El 27 de mayo próximo pasado, fecha en que se registró el avance alemán sobre el Canal de la Mancha, la embajada en Paris comunico que el Señor Almandos Almonacid había partido de Boulogne en un automóvil. Dos días después agregó que realizaba sin resultados, esfuerzos empeñosos para obtener de las autoridades francesas noticias sobre el paradero del mismo.
En vista del fracaso de estas indagaciones, la Cancillería dio instrucciones a la Embajada en Berlín para que tratase de obtenerlas en la zona de ocupación alemana.
El embajador doctor Olivera ha comunicado hoy al ministro señor Cantilo, que por atención del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reich, se ha puesto en contacto con la legación argentina en Bruselas a fin de lograr en el mismo sentido el concurso de la autoridad militar alemana.
No se cree que, dadas las circunstancias actuales, pueda llegar sin gran demora ninguna información que se refiera al cónsul señor Almonacid.”
Al día siguiente, el mismo diario publica la noticia: “Se halla en Bruselas el cónsul Argentino en Boulgone-Sur-Mer
En la Cancillería se recibió ayer por la tarde un despacho de la embajada en Paris informando que el cónsul argentino en Boulogne-Sur-Mer, señor Vicente Almandos Almonacid, de quien no se tenían noticias desde el 27 de mayo último, se halla sin novedad alguna en Bruselas.”
La invasión nazi a Francia produjo su regreso al país en Octubre de 1941, siendo designado por la cancillería en el Consulado de Concepción, Chile, donde permaneció hasta 1945.
En sus últimos años se dedicó al yatching, obteniendo distintos premios en regatas de veleros, patrocinadas por el “Yatch Club Argentino”.
El 15 de Octubre de 1950, el “Circulo de Aeronáutica” lo declaró miembro honorario a perpetuidad. Fue socio del Jockey Club y Presidente de la Unión de Ex Combatientes Franceses. Aerolíneas Argentinas lo distinguió colocando su retrato en el Salón de Acuerdos de la sede, y el Comodoro Juan José Güiraldes, como Presidente de dicha entidad, dispuso bautizar un avión Douglas D.C.4 con su nombre. En la Rioja, el 17 de Noviembre de 1956, se erigió un monolito en su memoria, frente al Aeropuerto. Por ley 18.559, el 21 de Enero de 1970, se le otorgó el título de “Precursor de la Aeronáutica Argentina”, y en la misma ley se lo designó “Benemérito de la Aeronáutica”.
El 24 de Agosto de 1972, el poder ejecutivo designo al Aeropuerto de La Rioja “Capitán Vicente Almandos Almonacid”. El 19 de Noviembre de 1982, por ordenanza 38.425 se designó Capitán Aviador Almandos Almonacid a una plazoleta de Saavedra en la ciudad de Buenos Aires.
La admiración de su intrepidez, de su audacia, de su valentía y de su profesionalidad en su actuación en acciones de guerra y en toda su trayectoria hizo que sus compatriotas, sus compañeros de armas, sus adversarios en la guerra, sus biógrafos y sus apologistas lo llamaran con diversas expresiones. Así lo designaron: “ El Cóndor Riojano”, “El rastreador de estrellas”, “El Embajador de la Gloria”,” El Señor del Aire”, “El Centinela de los Andes”, “El Señor de la noche en el Espacio”, y por fin durante la guerra sus compañeros de armas y sus adversarios lo denominaron “ El Buitre de la Sierra”.
Con acierto, el Profesor José Antonio Casas, en su trabajo “El Legendario Cóndor Riojano” expresa: “En cuanto a Almonacid, el paso del tiempo fue jugándole una mala pasada, puesto salvo contadas acciones, su legado se fue perdiendo progresivamente con el trascurrir de las últimas décadas, hasta el punto de que hoy, gran parte de sus compatriotas, desconoce lo que fue una vida que, para muchos de quienes algo saben de ella, no dudan en calificarla como “de película”
El 9 de Mayo de 1920 se casó con la distinguida dama Dolores Güiraldes, y tuvo por hijos a Vicente, piloto como su padre, fallecido en Bahía Blanca al estrellarse con su avión el 13 de Enero de 1977, a Esmeralda Almandos Almonacid de Carballido, a María Almados Almonacid de Ezcurra Rozas, y a Ricardo. Los cuatro le dieron numerosos nietos.
El 16 de Noviembre de 1953 falleció el ilustre, intrépido y lucido capitán Vicente Almandos Almonacid, sus restos fueron velados en la Unión de Ex Combatientes Franceses que el presidiera, y sus restos descansan en el Cementerio de Olivos.

Epilogo
Mi hermano Iván Allende Iriarte cultivó la amistad e inclusive fue socio un corto tiempo de Ricardo Almandos Almonacid, hijo de nuestro personaje. Tuve ocasión de tratarlo sin haber tenido una relación de amistad como la tuvo mi hermano. Ricardo era un verdadero paisano y orgulloso de la impronta criolla que su señora madre como Güiraldes le diera. Con lo poco que lo trate lo puedo definir como un seductor, soñador y don Juan, afable, prodigo y simpático, pero sin lugar a duda, sin los atributos geniales de su padre. El me inició en el conocimiento de la figura de su progenitor, contándome su vida novelesca. Transcurrieron más de quince años de mi último encuentro con el en Chascomús, en el campo de mi hermano, y hace un par de años me enteré con pena de su fallecimiento.
En mi último viaje a París, hace más de un año, como siempre que visito esa ciudad, me instale con emoción en el Arco de Triunfo, icono emblemático de la ciudad luz y de la Francia. En un lugar destacado, en su parte superior, estaba inscripto el nombre nuestro “Rastreador de Estrellas”. Me sentí vivamente impresionado y recordé las anécdotas que su hijo me hiciera quince años atrás. Me comprometí a investigar sobre su figura y así nació este trabajo que hoy humildemente doy a luz.
Quiero expresar mi agradecimiento al Comandante Mayor  Aviador Salvador Roberto Martínez, Presidente del Instituto Nacional  Newberiano, al Ingeniero Jorge Beramendi quien me ayudo en la obtención de las diapositivas que hoy se exhiben y muy especialmente al Director de estudios Históricos de la  Fuerza Aérea Comodoro Oscar Aranda Durañona, quien me facilitara los archivos del Capitán Vicente Almandos Almonacid, que obran en la dirección a su cargo.

 

Autor
Alberto Allende Iriarte, Escribano, posteriormente completó sus estudios de Derecho y se doctoró en Derecho Notarial. Fue miembro de la Comisión Directiva del Colegio de Escribanos y del Consejo Federal del Notariado Argentino, profesor Universitario en la UBA y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación, Colaborador de los diarios La Prensa, la Nación, Ámbito Financiero y La Capital, y en los diarios jurídicos El Derecho y La Ley. Es Académico de Número de la Academia Argentina de la Historia, miembro de número del Instituto de Historia Militar, Presidente del Instituto Ohigginiano, del Instituto Sarmiento, del Instituto Urquiza y de otras Instituciones Históricas. Ha participado de Congresos Internacionales de derecho e historia y dictado conferencias en Ecuador, Colombia, Perú y el Uruguay. Ha sido Presidente en tres ocasiones del Partido Demócrata de C.A.B.A. y de su Honorable Convención. En el año 2000 fue electo Diputado de la Nación. Miembro de Honor del Colegio de Notarios de Lima, del Colegio de Guayaquil, del Colegio de Quito, Ecuador. Gran Oficial de la Orden al Mérito del Ecuador. Pluma Académica de la Escuela Superior de Guerra 1994. Primer premio Colegio de Escribanos 1994. Orden Espíritu Granadero Gran Oficial Legionario y Gran Cruz de la Orden del Grupo 1 de Artillería. Es autor de siete libros sobre Derecho, Historia y Política y numerosos artículos.
Fuentes

  • Casas José Antonio  “El legendario Cóndor Riojano”
  • Instituto de Historia Aeronáutica Jorge Newbery  “Vicente Almandos Almonacid Fundador de laAviación comercial Argentina”
  • Reynaldo Pastor  “Su proyecto de ley en 1948 de incorporación como Capitán de Aeronáutica Militar”
  • Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea  “Biografía del Capitán Vicente Almandos Almonacid”
  • Quesada Josué  “Entrevista a Vicente Almandos Almonacid en el año 1946- Diálogos de sobremesa”
  • Diario La Nación  “Noticias de este periódico de los días 7 y 8 de Mayo de 1940”
  • Gordillo Edgardo  “El largo vuelo hacia el olvido- Revista Encuentro”
  • Oneto José Tomas  “El Cóndor Riojano- La voz del Interior”
  • Mercado Manuel Gregorio  “Capitán Vicente Almandos Almonacid-Diario El Independiente”
  • Antonio M. Biedma  “Vicente Almandos Almonacid- Secretaría De Aeronáutica”
  • Costa Julio A.  “Su proyecto de ley nº 10.989 promulgada el 31 de Diciembre de 1919”
  • Waidatt Segundo  “El Cóndor Riojano-Revista Volando”
  • Neira Joaquín  “Vicente Almandos Almonacid”
  • Martínez Salvador Roberto  “Aquellos precursores”
  • Gonzales V. Joaquín  “Obras Completas”
  • Almandos Almonacid Vicente  “Reflejos del sable de San Martín”
  • Lironi Julio Víctor  “Vicente Almandos Almonacid”

http://www.lariojaantigua.com.ar/2015/06/capitan-vicente-almandos-almonacid.html

Capitán Vicente Almandos Almonacid | 1882 – 1953

En su edición del jueves ocho de septiembre de 1977, el diario Crónica publicaba un artículo muy particular del periodista Américo Barrios, cuyo contenido no dejaba de sorprender al lector de este reconocido medio de comunicación porteño:

«Un día, paseando por París cumpliendo un cometido periodístico, me encontré debajo del Arco de Triunfo. Y allí el corazón me golpeó fuertemente el pecho. En una breve lista de héroes de Francia estaba esculpido en el mármol el nombre de VICENTE ALMANDOS ALMONACID. Un aviador argentino que se había enrolado en las fuerzas aéreas de Francia en la I Guerra Mundial, convirtiéndose en un ídolo galo.
Fue un jirón de América flameando como una bandera invencible y triunfal en todos los cielos de día y de noche… Son nuestros héroes. En ellos nos apoyamos para seguir adelante, aunque a veces lo ignoremos. Son arquetipos humanos de un solar nativo común de donde, seguramente, saldrá en un cercano futuro la piedra fundamental de un Mundo mejor». Esos encontrados sentimientos de perplejidad y emoción que expresaba la pluma de Barrios regresarían, años después, a llenar el ánimo de otro periodista argentino.
En 1988, Edgardo Gordillo volvía a hacer referencia en la revista Encuentro acerca del nombre de un compatriota grabado en uno de los mayores símbolos de la historia y cultura francesa, como prueba de reconocimiento del pueblo galo hacia los servicios prestados por Vicente Almandos Almonacid. En un extracto de esa nota sobre tan notable personalidad, el autor describe lo siguiente: «Para acicatear la curiosidad turística de los argentinos, el nombre del Capitán riojano figura en el Arco de Triunfo de París entre trece héroes franceses.» Sin dudas, un hecho de esta naturaleza, luego de la sorpresa inicial, nos lleva inmediatamente a querer saber quién había sido este argentino cuyos méritos habían sido lo suficientemente importantes para merecer tal consideración.
Buscando en las huellas de esta historia que prometía develarnos una vida digna de ser contada, nos encontramos con un personaje verdaderamente increíble, cuyas acciones y logros fueron lo suficientemente reconocidos por sus contemporáneos, pese a que nuestras actuales generaciones desconocen gran parte de su valioso legado.
La pasión por volar Vicente Almandos Almonacid nació el 24 de diciembre de 1882, en la localidad riojana de San Miguel de Anguinán. Su padre Vicente, gobernador de la provincia de La Rioja entre 1877 y 1880, fue un destacado empresario minero en Famatina, hasta que la crisis financiera que se desató en el país en 1890 perjudicó severamente su actividad económica.


Foto: Familia Almandos Almonacid

Según Juan Aurelio Ortiz, y de acuerdo con ciertas versiones, al morir el empresario riojano “[…] su familia quedó en la miseria.”
De seguro, por tanto, esta desgracia familiar y económica debe haber influido fuertemente en la decisión de su madre de viajar el resto de la familia a Buenos Aires, cuando el pequeño Vicente contaba con apenas seis años de vida. En la capital porteña, el joven riojano llevó a cabo sus estudios iniciales en el Colegio Nacional, prosiguiendo su formación profesional en la Escuela Naval Militar de Buenos Aires. De acuerdo a algunas versiones, Almandos Almonacid no completa sus estudios en esta institución debido a que “[…] renuncia, al producirse un incidente con un superior que tuvo actitudes hirientes con su dignidad.” Sin embargo, Ortiz hace referencia a que logró adquirir “[…] el diploma de Guardia Marina.” En esos años ingresa a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales, en donde va a adquirir valiosos conocimientos que influirán decisivamente en su futuro
La fe inquebrantable en el avance científico, propio de la época de la Argentina del Centenario, parecía ofrecer miles de alternativas para jóvenes visionarios como Almonacid. Entre ellas, hubo una que marcó para siempre su destino: la aeronavegación.
En esos días de festejo por la conmemoración de tan trascendente fecha nacional, arribaron al país varios aviones y pilotos de Italia y Francia. Una tras otra se sucedieron las proezas en el cielo local, deslumbrando a un público no habituado a semejantes riesgos y logros en un ámbito de tantos peligros como el aire. Entre ellas, varias se destacaron por sus increíbles audacias. «Teodoro Fels, el 01/12/1912 y a bordo de un Bleirot, efectuó el primer cruce en avión del Río de la Plata, cubriendo en esa oportunidad una distancia mayor que la cubierta por L. Bleirot cuando cruzó el Canal de la Mancha. Regresó al día siguiente con éxito.
El 06 de enero de 1913, el piloto alemán Lübbe, tripulando un Rumpeler Taube, con motor Argus de 110 CV, estableció el récord mundial de vuelo sobre el agua con pasajeros, llevando como tal a J. Newbery, entre Buenos Aires y Montevideo.»Entre el público presente Vicente Almandos Almonacid contemplaba y no dejaba de admirar la lucha del hombre por hacer realidad el viejo sueño de Ícaro. En lo más profundo de su ser, sabía que había decidido cuál sería, tarde o temprano, su futuro; su pasión por desafiar la ciencia del vuelo había, pues, comenzado a forjarse con ese hermoso sueño. «Francia, la tierra donde pudo realizar su verdadero destino.
Con sus conocimientos aprendidos en la Facultad, y movido por su vocación recientemente descubierta, Almonacid emprendió la construcción de un aeroplano de su propia invención. El “aeromóvil”, tal como lo denominó su autor, probó su eficacia en El Palomar, aunque su desarrollo posterior no alcanzó a realizarse, ya que según José Tomás Oneto se consideraba “[…] dudosa su industrialización en el país.”
Ante la imposibilidad de seguir desarrollando su proyecto aeronáutico, emprendió un viaje hacia París, la única ciudad en el mundo que le podría brindar una posibilidad de concretar sus sueños de volar. «[…] la meta para Vicente Almandos Almonacid estaba del otro lado del mar. Desde Europa, París deslumbraba al mundo con la exquisitez de su arte y la evolución de la ciencia. Como consecuencia, allá se habían concentrado todas las posibilidades, todos los adelantos técnicos de la aeronáutica. Francia podía enorgullecerse de poseer la primera Escuela de Aviación del mundo.» Vicente Almandos Almonacid llegó, finalmente, hacia esa tan ansiada capital del mundo que era la París de la belle époque pocos meses antes de finalizar el año de 1913.
Sus deseos de perfeccionamiento lo llevaron a frecuentar a importantes figuras científicas y profesionales de la época, entre ellas el ingeniero Alejandro Gustavo Eiffel, con quien tuvo la fortuna de intercambiar “[…] opiniones acerca de la aerodinámica, la estabilidad automática de los aviones, y sobre su “aeromóvil”.
Sin embargo, había algo muy dentro de este inquieto argentino que no lo llevaba a conformarse con sólo aprendizajes técnicos: su más ansiado anhelo era el de formarse como piloto, y para ello estaba en el lugar y el momento adecuado.
Al poco tiempo se dirigió al aeródromo de Farman, situado en las cercanías de Versalles, donde tuvo su primera experiencia como piloto, en un hecho que no nos deja, aún hoy, de sorprender: Como desconocía el idioma, los profesores franceses que habrían de enseñarle la técnica de vuelo lo confundieron con un avezado piloto sudamericano.
Como consecuencia lo impulsaron a comandar un complejo monomotor que estaba listo para despegar en pista. Almonacid sólo había piloteado los sencillos aparatos de su invención, siendo su especialidad la mecánica. Pero tales argumentos difícilmente serían comprendidos por los franceses, que se quedaron absortos antes las impotentes gesticulaciones del riojano. Con bastante temor se vio instalado frente al incomprensible tablero de comando del aparato y guiado por su intuición logró despegar. Ya en el aire, necesariamente tuvo que ir probando el desconocido instrumental de vuelo, lo que provocaba en el aparato arriesgadas maniobras.
Los franceses, que contemplaban asombrados los giros y contragiros y las veloces picadas del avión, creyeron que el piloto estaba haciendo una exhibición de acrobacia aérea. Finalmente, logró aterrizar. Para su confusión, los espectadores lo recibieron con un cerrado aplauso. Luego de tan increíble debut, y una vez que fue superando progresivamente las dificultades idiomáticas, Almonacid pudo superar exitosamente su primera sesión de 1914, razón por la cual el Aero Club de Francia le otorgó su brevet, es decir, su certificado como piloto oficialmente reconocido por el gobierno francés.

Vientos de guerra marcan radicalmente su destino
A principios de agosto de 1914, la fatídica sombra de la guerra se cernía sobre el panorama europeo. Francia, que entraba de lleno a la misma como aliada de los británicos, tenía un viejo y odiado enemigo de gran estatura que enfrentar: Alemania.
El piloto argentino, en gratitud y admiración de la tierra que lo cobijaba, no dudó un instante en ofrecer sus servicios. Considerando amenazada la libertad de Francia, Almonacid se enrola en la Legión Extranjera el 10 de agosto, eligiendo la aviación. Dos días más tarde ingresa como piloto y el 12 de septiembre obtiene el brevet militar, siendo destinado a la escuadrilla 35 estacionada en Poperinhe (Bélgica) a disposición del 32 Cuerpo de Ejército. Incorporado como piloto de la recientemente creada fuerza aérea francesa, se le encargó la realización de vuelos de vigilancia sobre el cielo parisino.
Si bien llevaba a cabo su misión con toda celeridad, su deseo de participar más activamente en el combate frente a frente con el enemigo lo llevó a solicitar su traslado a una unidad del frente, donde pudiera alimentar mucho más su espíritu de aventura con más acción y riesgos que afrontar. «Entré de soldado aviador y fui incorporado a una escuadrilla que operaba en el campo atrincherado de París. ¡Poco peligro, che! Estar de guardia constantemente para impedir que los Taubes volasen sobre París, y entonces empezamos a hacer vuelos de noche sobre la gran urbe. ¡Muy emocionante, che, y no exento de peligros! Pero así y todo no era esto lo que yo buscaba. Pedí que me enviasen al frente de batalla y conseguí que me agregasen a la 27 escuadrilla a la que ahora pertenezco. Nuestra misión tiene por objeto, dada nuestra proximidad de la frontera alemana, volar sobre territorio enemigo para bombardear estaciones y fábricas de municiones.» Desde un primer momento, el piloto riojano fue reconocido por las audaces empresas que llevaba a cabo, demostrando siempre una increíble capacidad para afrontar los desafíos propuestos gracias a una personalidad que desbordaba de coraje y entrega total por la causa de su lucha.
La experiencia de los vuelos nocturnos en París, sumado a su propio ingenio, le llevaron además a proponer una novedosa estrategia de ataque sobre las posiciones germanas: la realización de vuelos nocturnos sobre territorio alemán, a fin de sorprender a las fuerzas enemigas y evitar que las mismas pudieran localizar los aviones en tan difíciles condiciones visuales. Al preguntársele cuál había sido el vuelo más emocionante que había vivido, Almonacid rápidamente contestó con uno de estas arriesgadas misiones nocturnas: «Pues hace poco no más. Recibí la orden de bombardear una fábrica de gases asfixiantes a unos ciento cincuenta kilómetros de la frontera. Salí a las cuatro de la mañana.
Todavía hacía noche y puse un par de horas en hacer el viaje de ida, pues soplaba un viento norte bastante fuerte. Salvo la dificultad que me oponía el viento, no tuve ningún contratiempo a la ida. Recién salía el sol cuando empecé a bombardear la fábrica que me habían designado. La séptima bomba causaba el efecto deseado, Casi [sic] se me vuelca el aparato, tan formidable fue la explosión. Bajé planeando para ver si había quedado aún algo por hacer y cuando estaba a poca altura pude observar que varios aeroplanos tomaban vuelo dispuestos a lanzarse en mi persecución. Sin perder un minuto empecé a tomar altura en vuelos en espiral, pues además por allá abajo las ametralladoras empezaban a funcionar. Cuando me encontré a unos mil quinientos metros me di cuenta que me encontraba rodeado de siete aviatiks que se proponían cortarme la retirada. Descendí de nuevo y puse el motor a toda velocidad, tomando ventaja sobre los aparatos alemanes. Cuando ya casi me encontraba en territorio francés, mi corazón latía con menos fuerza, pues me sentí ya casi seguro de mi salvación. Por medio de una hábil maniobra logré atraerlos hacia la zona dominada por la artillería francesa, la cual comenzó un fuego incesante contra mis perseguidores, logrando descender dos de ellos y obligando a los otros a huir. Créame que cuando aterricé largué un respiro muy fuerte, pues aquel día sentí un poquito de miedo, pues vi la muerte muy cerca. Excuso de decirle que mi aparato estaba acribillado de balas. Esta acción me valió que me citasen en el Orden del Día y pocos días después recibía la medalla militar o sea la más alta recompensa.» Tal como se puede comprobar en las últimas palabras de Almonacid, las autoridades francesas reconocían de inmediato el valor, la audacia y la efectividad de las difíciles misiones que llevaba a cabo el piloto argentino. Al finalizar la contienda bélica, había recibido las más altas condecoraciones que podía aspirar un militar en servicio, entre ellas nada menos que la Insignia de la Legión de Honor.


Almonacid, luciendo las medallas ganadas como piloto de la fuerza aérea francesa. 

Pero el reconocimiento a la labor del protagonista de esta historia no estaba sólo vinculado a sus habilidades en el aire; como técnico de aeronáutica, y en base a su experiencia como piloto, diseñó e implementó en los aviones galos una serie de artefactos bélicos que contribuyeron a darle más efectividad a las acciones llevadas a cabo por éstos contra posiciones del enemigo. «Almonacid se queda un momento pensativo e instintivamente acaricia la cruz de cobre con la que se premia a los héroes. En la cinta de la cruz lleva dos palmas, dos citaciones en la Orden del Día. Después se levanta y nos muestra unos aparatos de su invención. Uno es un lanzabombas, de un mecanismo sencillísimo, y otro un viseur para el mismo lanzabombas. Nos explica el funcionamiento con una amabilidad extrema y con la misma modestia con que nos hizo sus emocionantes relatos.»


Almonacid según una caricatura publicada en la revista Caras y Caretas, 1916

El ansiado regreso a su tierra
Pese a todos los logros obtenidos y una vida asegurada en territorio galo, “El Rastreador de Estrellas” (como se lo conocía entonces) soñaba con volver a su patria. El fin de la guerra ya no le deparaba desafíos que enfrentar en Francia, y con todo el bagaje de conocimientos y experiencias conseguidas en esos cuatro años de intensa vida creía, esta vez, que había llegado el momento del regreso.
Finalmente, en 1919 atravesó el Océano Atlántico escoltado por una escuadrilla de aviones franceses como jefe de división de la Misión Aeronáutica Francesa, arribando al país el seis de septiembre de dicho año. Un comité de recepción, integrado entre otros por personalidades de la talla de Joaquín V. González, Enrique Loncán y Belisario Roldán, entre otros, preparó un recibimiento acorde a la figura del aviador riojano. Su comprovinciano González pronunció un emotivo discurso de bienvenida, donde lo llamó el “Centinela de los Andes”; posteriormente, “El pueblo de Buenos Aires le tributa una calurosa bienvenida a lo largo de la Avenida de Mayo, que él acepta con la modestia y la nobleza que habría de caracterizar su vida.”


La llegada de Almonacid a Retiro, es llevado en andas por la multitud. Año 1919.


Revista El Gráfico, septiembre de 1919. Almonacid en la tapa de la revista deportiva más reconocida de nuestro país.

Al poco tiempo conoció a Lola Güiraldes –hermana del autor de “Don Segundo Sombra”-, con quien entabló una relación profunda relación amorosa. Contrajeron matrimonio en 1920, y por invitación de González pasaron su “luna de miel” en la casona de Samay Huasi, próxima a Chilecito.


    El casamiento de Almonacid con Dolores Guiraldes en 1920 combinó “la popularidad del novio” con la “posición social”   
     de la novia, generando un hecho de relevancia en la sociedad porteña. Tuvieron cuatro hijos y se separaron en 1932. 

Sin embargo, la vida más tranquila de Almonacid no había hecho mella en su espíritu aventurero. Envuelto en un sediento deseo de afrontar nuevos desafíos, y teniendo presente el apelativo de “Centinela de los Andes” que González le había tributado, el inquieto riojano descubrió pronto su nueva misión. Buscando legarle a su patria una acción digna de ser recordada a través del tiempo, decidió emprender el cruce de la Cordillera de los Andes, pero destacándose de sus antecesores en el hecho de que la travesía se realizaría de noche. Al conocerse el propósito de la nueva empresa del ilustre riojano, muchos de sus comprovincianos emprendieron la tarea de recolectar los fondos para comparar el avión que pudiera hacer realidad su sueño. El gobierno francés, al notificarse del anhelo de Almonacid, decidió obsequiar el aparato para la concreción del viaje, sosteniendo que «los aviones franceses no se venden para el capitán Almonacid, se le regalan.”
De esta manera, y con todo finalmente listo, había llegado la hora de arriesgar nuevamente su vida en pos de un ideal. «Una noche de mayo de 1920 despega desde Mendoza y, guiado únicamente por el instrumental de vuelo, pone rumbo hacia las cumbres de Los Andes. No sólo habría de ser un cóndor en su vida, sino también un cóndor imposible que remonta la inmensidad en la mitad de la noche. Sobre las alternativas de la aventura poco se sabe. Su protagonista de siempre fue reacio a relatar sus hazañas. Sólo ha trascendido que al concretar su aterrizaje en una playa cercana a Valparaíso, en plena oscuridad, el aparato se detuvo en su carreteo. La suerte sigue siendo una compañera inseparable del capitán.»

La Aeroposta Argentina
En diciembre de 1918, la línea de aeronavegación comercial fundada pocos meses antes por Pierre Latecoére lograba concretar su primer servicio de transporte entre Toulouse y Barcelona. El gran suceso de la primera empresa aerocomercial del mundo hizo que la misma extendiera pronto sus servicios entre el país galo y otros puntos de la geografía española, llegando incluso a unir los cielos europeos con otras ciudades del norte africano. A pesar del enorme peligro de surcar los países africanos, los intrépidos pilotos de la línea francesa hicieron posible que la misma pudiera conectar, hacia 1925, París con Dakar. Pese al notable logro obtenido por Latecoére, éste tenía un sueño aún mucho mayor por hacer realidad: extender la cobertura de sus servicios hasta América del Sur. Para ello, no dudó en solicitar el asesoramiento de alguien que seguía siendo todo un héroe para los franceses, como lo era Vicente Almandos Almonacid. Éste, sabiendo de la importancia de fomentar este nuevo y más eficaz medio de comunicación, obtuvo del gobierno argentino la concesión para la Compañía General Aeropostal del transporte del “[…] 25% de la carga postal entre Buenos Aires y Europa.”
La relación entre la Aeropostal francesa y Almonacid se fue profundizando aún más, debido a la intención que tenían los franceses de ampliar sus servicios dentro del territorio argentino. El capitán riojano consintió en la idea, pero poniendo como condición que la nueva empresa a crearse como filial de la europea fuese integrada en su mayor parte por ciudadanos de su país. Según testimonios de su sobrina María Emma Castro Almonacid, en defensa de los intereses comerciales franceses se le habría sugerido adoptar la ciudadanía de esa nación, respondiendo Almonacid con una negativa terminante. El 5 de septiembre de 1927 queda constituida, como resultante de las negociaciones, Aeropostal SA., en cuya acta de fundación se designa a Vicente Almandos Almonacid como fundador y se le otorga el cargo de director, gerente y técnico.


                         Estampilla conmemorativa realizada por el Correo Argentino en la cual se observa a Almonacid junto a los
                          pilotos franceses Jean Mermoz y Henri Guillaumet, todos de la Aeroposta. 

Sólo recién el 13 de enero de 1929 la Aeroposta Argentina S.A. pudo iniciar sus operaciones de aeronavegación comercial, uniendo en sus primeros vuelos Buenos Aires con Asunción. Teniendo en cuenta la falta de pilotos locales lo suficientemente preparados para manejar las flamantes unidades adquiridas por la compañía,  Almonacid contrató los servicios de los más experimentados aviadores franceses, entre ellos figuras tan notables como Antoine de Saint-Exupery, Jean Mermoz y Henri Gillaumet. La vital importancia que pronto cobró la Aeroposta Argentina como medio rápido y efectivo de comunicación entre distintos y alejados puntos de nuestro país hizo que al entrar la empresa en crisis durante los difíciles años treinta, ésta fuese auxiliada por el Estado nacional. «Era por entonces la Patagonia, con su naciente productividad petrolífera, la zona del país que más necesitaba un transporte rápido que la uniera con la capital. Como consecuencia, Aeropostal inicia sus vuelos pioneros hacia la zona austral, uniendo en 1930 Buenos Aires con Río Gallegos, con escalas en San Martín y Puerto Deseado. Por otra parte, el año anterior se había iniciado el servicio entre Santiago de Chile y la capital argentina, con escala en Mendoza. La empresa sufrió deterioros económicos durante 1931, lo que obligó a cancelar los vuelos a Asunción y Santiago de Chile, manteniendo el servicio a la Patagonia. Finalmente el gobierno argentino, conciente de la importancia del transporte aéreo, por medio de la Dirección de Aeronáutica Civil, toma a su cargo la explotación de los vuelos a la Patagonia, creando Aeropostal Argentina, antecesora directa de AEROLÍNEAS ARGENTINAS.»


      Almonacid, primero desde la izquierda, en uno de los tantos vuelos de la Aeroposta. El primero a la derecha es Antoine
     de Saint Exupéry, uno de los pilotos contratados por Almonacid, que se haría famoso como autor del libro “El Principito”. 

Las últimas aventuras del “Cóndor Riojano”
Un hecho inesperado volvería a estremecer los ánimos de Almonacid: el conflicto entre Paraguay y Bolivia volvía a traer vientos de guerra sobre el continente y, como no podía esperarse otra cosa del riojano, éste pronto se comprometió a dar sus servicios al gobierno guaraní, con el que mantenía una estrecha relación en esos años. Fue así que en 1932 ofreció sus servicios para organizar la fuerza aérea de ese país, llegando inclusive a juntar fondos para la adquisición de aviones a partir de la venta de objetos particulares de un altísimo valor simbólico y material.  Al término de la contienda, en la que Paraguay logra recuperar el territorio en disputa.

Vicente Almandos Almonacid es distinguido como “Mayor Honoris Causa” y comendador de la Orden Nacional del Mérito, siendo de esta manera otro de los argentinos, como fue el caso del Dr. Esteban Laureano Maradona, cuya actividad en ese vecino país durante la guerra fue reconocida con los más altos honores y distinciones. Tiempo después otro tiempo de guerra volvería a sorprenderlo, y nuevamente estando en Francia. El nazismo avanzaba a pasos agigantados sobre el suelo galo, y en esa invasión había muy pocas contemplaciones con edificaciones y poblados que se hallaran a su paso. Almonacid, que por entonces era cónsul argentino en Boulogne-Sur-Mer durante la arremetida germana de 1940, se las ingenió para proteger la histórica casa donde vivió sus últimos años el Gral. José de San Martín, utilizando para ello todo su prestigio y demostrando una gran capacidad de acción diplomática. Esta sería, finalmente, la última batalla de su vida, ya que concluida la guerra regresó al país y se entregó de lleno a disfrutar de su familia.
Radicado en Buenos Aires, vivió rodeado del afecto de sus seres queridos hasta el 16 de noviembre de 1953, cuando la enfermedad que le aquejaba pudo hacer lo que mil bombas y proyectiles nunca habían logrado concretar: acabar con la existencia física del legendario “Cóndor Riojano”.

Una vida de película
La valentía demostrada por los bravos y arrojados pilotos de la Fuerza Aérea Argentina durante el conflicto armado con Gran Bretaña por la soberanía de las Islas Malvinas e islas del Atlántico Sur merecieron, por parte de propios y extraños, el reconocimiento por la capacidad y el valor demostrado en condiciones de lucha por demás difíciles. Si se quiere, se podría decir que quienes se arrojaban a la acción frente a los poderosos navíos de una de las mayores potencias mundiales eran los descendientes de una tradición que había empezado un intrépido riojano en las fuerzas francesas durante la Primera Guerra Mundial; sin saberlo, por supuesto, Vicente Almandos Almonacid daba inicio en 1914 a una tradición de grandes pilotos que la fuerza aérea militar, pública y privada de este país ha dado a lo largo de casi un siglo de existencia, la cual ha cosechado y sigue haciéndolo grandes muestras de reconocimiento por sus pares a nivel internacional.
En cuanto a Almonacid, el paso del tiempo fue jugándole una mala pasada, pues salvo contadas acciones  su legado se fue perdiendo progresivamente con el transcurrir de las últimas décadas, hasta el punto de que hoy gran parte de sus compatriotas desconoce lo que fue una vida que, para muchos de quienes algo saben de ella, no dudan en calificarla como “de película”. En la misma, de seguro, podría ir la siguiente escena, la cual transcribimos a continuación como nuestro sencillo recordatorio a la figura del gran riojano. «En una de las limitadas licencias que en función de descanso y sosiego le había concedido el alto mando francés, y estando en París bajo la frígida temperatura de fines de enero de 1918,
Almandos Almonacid, luego de reequiparse de ropa (uniforme, capota y quepas flamantes) reunióse con un grupo de argentinos en un salón de té. Su inmaculado atuendo motivó en seguida cierta repulsa por parte de un coro de contertulio que llenaban el mencionado salón, vinculándolo (esto ocurría con frecuencia en Francia) con uno de los tantos rezagados que solían estacionarse en la retaguardia eludiendo el combate. Pullas, indirectas y alusiones despectivas menudearon entonces y su esperada reacción inquietaba a sus amigos, pero aquel, sin inmutarse, les dijo: “Déjenlos, a mí no me molestan”. Como las burlas acrecían y sus amigos comenzaban ya a incomodarse ante su pasividad, éste abandonó de pronto su asiento. Dirigiéndose hacia un perchero colgó allí el capote, del cual no se había desprendido aún. De regreso a su sitio, ese público, adverso y confundido, pudo observar que de su pecho colgaba una constelación de honrosos atributos ganados en acciones de guerra. El estupor fue unánime y las excusas tradujéronse en estruendosos aplausos y vítores. La totalidad de la concurrencia se unió en un jubiloso agasajo que Almandos Almonacid recibió durante toda una tarde.»

Curiosidades
En diciembre de 1932 se estrenó el film “En el Imperio del Chaco”, documental en blanco y negro de 55 minutos de duración sobre la guerra del Chaco. Dirigida por Roque Fuentes, Almonacid participó del mismo interpretándose a sí mismo.
Tres tangos fueron escritos en memoria de Almonacid: una milonga para piano de Agesilao Ferrazzano titulado “Almonacid”, el tango “Vuelo Nocturno”, de Domingo Salerno y, sin dudas el más curioso, el escrito en 1908 por la profesora de piano Ozélah de Smithe –durante el paso de Almonacid por Bahía Blanca—titulado “No seas… riojano, ché”.
Apasionado por la poesía, en 1934 publicó el libro de poemas Estrofas, editado por Jacobo Peuser. Pese a que muchos aseguran que el nombre de Almonacid está escrito en el arco de Triunfo de París, en reconocimiento a su desempeño en la Primera Guerra Mundial, ese hecho no pudo ser verificado. En esa obra está grabado el nombre Almonacid pero en referencia a una de las batallas libradas por el ejército alemán.
Desde 1994, el helipuerto presidencial ubicado en la avenida Huergo y De La Rábida de la Capital Federal lleva el nombre de Vicente Almandos Almonacid. También lleva ese nombre, desde 1972, el aeropuerto de La Rioja.


Tango «Almonacid», uno de los varios compuestos en su memoria. 

FUENTE: 
Texto: José Antonio Casas: Vicente Almandos Almonacid – 1882 — 1953 – El legendario «Cóndor Riojano» Blog Historias de la Aviación
Fotos: Blog Tributo a Loizaga , Wikipedia.Org, Sitio Web Obras y Protagonistas