Cartas desde las Islas Tercera Serie

FUENTE: Diario Clarín             

Este texto corresponde a la serie «Cartas desde las Islas», una edición de la correspondencia enviada por 15 soldados y oficiales durante la Guerra de Malvinas. Saber más: 

Tercera Serie

1.-“Las noticias que les puedo adelantar no son de las más buenas u optimistas”

2.-“Los ingleses nos visitan casi todas las noches y cañonean desde el mar hasta la costa”

3.-“Papá está permanentemente con vos”

4.-“Puede llegar a costarnos la vida a más de uno si esta tensión continúa”

 

“Las noticias que les puedo adelantar no son de las más buenas u optimistas”

“San Julián,

18 de mayo de 1982

Querida familia:

Les escribo para enterarlos de mi vida por la cual ustedes se preocupan y yo muchas veces, por diversas causas, no reparo en ese especial interés.

A través de Norma se habían enterado que estoy en San Julián (Prov. de Santa Cruz). A esta pequeña ciudad llegué el 1 de mayo que coincidió con la gran ofensiva argentina contra los ingleses, los cuales tuvieron que replegarse puesto que el asunto no viene tan fácil como ellos creyeron en un principio. Particularmente no estaba habilitado para el combate pero insistí y logré hace cinco días que me habilitaran.

Quizás ésta no sea una carta común, puesto que la situación es anormal, es por ello que las noticias que les pueda comentar o adelantar no son de las más buenas u optimistas.

El personal de aviadores a pesar de las bajas sufridas posee una moral altísima y plenamente convencidos que en el momento en que actuamos lo hacemos con idéntica eficacia como cuando marcamos con gusto a pólvora nuestro bautismo de guerra, el bautismo del arma más joven pero no por ello ineficiente.

La acción que llevamos a cabo no tiene parangón alguno de la batalla de MIDWAY puesto que fue la última batalla aeronaval librada hasta ahora, en donde las teorías las dejamos por el suelo como así también a aquellos equivocados que pensaban que un barco era invulnerable. Si son invulnerables cuando existe mentalidad perdedora en un pueblo y eso no es precisamente lo que sentimos los argentinos.

La fuerza aérea, prácticamente sola, puso más hombres y materiales en las islas que todo lo que se acarreó hacia las mismas desde la época de Morgan. El esfuerzo ha sido, es y será terrible. Pero atento, no confundirse: una guerra nunca se ganó con todo pues para el logro del éxito final quedarán irremediablemente, a través de las acciones, varios sinsabores, varios golpes bajos que si no estamos bien preparados para soportarlos y recibirlos, las heridas dejadas pueden ser terribles y arrastrarlas a través de toda una historia futura.

Pasando a otra cosa les diré que extraño muchísimo a Norma y a su panza y me gustaría por todos los medios estar junto a ella en estos momentos especiales de nuestro matrimonio; estimo, y en esto tengo fe, que si Dios quiere no pasará mucho tiempo en que solamente yo esté con los míos.

Quisiera también llegar hasta Oliva para estar todos juntos y unidos como siempre tratamos de ser, pero a través de la distancia los tengo presentes en cuerpo y alma, que es un condimento importante para ponerles a todos mis sentidos para que ellos queden bien ocultados.

No me queda más nada que pueda comentarles en una carta, solo darles un beso grande y un abrazo a todos los integrantes de la familia.

Los quiero: Carlos.

P/D: Saludos a todos.”

El teniente Carlos Julio Castillo llegó a Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, como parte del Grupo VI de Caza. Divididos en dos escuadrones aeromóviles, se organizaron para volar desde Río Grande y San Julián los aviones MV-Dagger, cazabombarderos de origen israelí adquiridos por la Argentina en 1978

Una placa de 1981 recuerda el primer vuelo solo del entonces alférez Carlos Julio Castillo a bordo de un Dagger M-5, el avión que pilotearía en Malvinas.

El teniente Carlos Julio Castillo, de 25 años, no tenía permiso para volar Dagger en 1982. A raíz de los primeros derribos del mes de mayo durante el conflicto, y de su motivación para volar en combate, lo consiguió finalmente el día 19 de mayo de 1982. “Particularmente no estaba habilitado para el combate pero insistí y logré hace cinco días que me habilitaran”, cuenta en la carta a su familia

El teniente Castillo a bordo de un Dagger identificado como C-429

Castillo cumplió con su primera misión de combate el 21 de mayo. Lo hizo junto al capitán Rubén Dimeglio, piloto instructor. Una foto anterior a la guerra los muestra juntos, posando frente a un Dagger:

Días después de su primera misión, el 24 de mayo, la escuadrilla partió nuevamente en la segunda misión del teniente Castillo. Esta vez, el grupo de aviones fue derribado por una patrulla aérea de combate de Sea Harrier. Carlos Julio Castillo murió al recibir de lleno un misil en su Dagger. Cayó al mar sin eyectarse. Falleció al norte del estrecho San Carlos.

Historia de una amistad

Los tenientes Carlos Julio Castillo y Jorge Bono hicieron toda su carrera militar juntos. Fueron a combate en distintas unidades. Durante la guerra, operaron desde el mismo aeropuerto. Y ambos fallecieron el mismo día y a la misma hora, en misiones diferentes. Ambos cumplían dos años de casados ese día: tanto Castillo como Bono se habían casado el 24 de mayo de 1980. Jorge Bono lo hizo con Miriam Ibarra, oriunda de Oliva como Carlos Castillo. Fue éste quien los presentó.
Carlos Julio Castillo junto a su gran amigo Jorge Bono.

Los hijos de los tenientes Bono y Castillo, Nicolás y Claudio, sostienen las medallas de sus padres en el Museo de Malvinas.

Objetos de la guerra

El Museo Nacional de Malvinas, en Oliva, Córdoba, conserva varios objetos del teniente Carlos Julio Castillo, héroe oriundo de esa ciudad

Buzo y pañuelo de vuelo del teniente Carlos Julio Castillo, usados en la misión del 21 de mayo de 1982. Fueron guardados en cofre y devueltos a su familia luego de la guerra, quien los donó al Museo Nacional de Malvinas en Oliva

Puñal de supervivencia del teniente Carlos Julio Castillo.

Cabina del avión MV Dagger C-415, idéntico al que volaba Castillo. Conserva la configuración de 1982. Museo Nacional de Malvinas en Oliva, Córdoba.

Su hijo Claudio, a quien menciona como “la panza de Norma” que extraña en su carta, nació un mes después de su muerte.

Norma Re de Castillo y el pequeño Claudio

Carlos Julio Castillo fue ascendido post mortem a primer teniente. Recibió la Medalla al Valor en Combate, condecoración que reconoce su actuación en la Guerra del Atlántico Sur “por su relevante mérito, valor y heroísmo en defensa de la Patria”.

 

“Los ingleses nos visitan casi todas las noches y cañonean desde el mar hasta la costa”

Islas Malvinas

10 de mayo de 1982

Querida familia:

Espero que cuando reciban esta carta ya tengan noticias por las otras que envié o por las que mandé a Cristina. Por las dudas que no les hayan llegado, les diré que aquí todo sigue, por ahora, como el primer día, es decir, igual, no hay miras de solución, ustedes están más enterados que yo por las noticias.

La vida aquí continúa como siempre, no hay problemas de comida, los soldados comen, no se puede decir bien, ya que lo hacen una vez al día, pero les alcanza, ya que se desayuna como a las nueve y media de la mañana, el almuerzo es a la cuatro de la tarde y a partir de las seis aproximadamente se les da arroz con leche, por ahora con eso tiran, aunque si a estos les dan veinte veces de comer, siguen con hambre. Aquí el clima sigue siendo un desastre: llovizna todo el día con vientos fuertes, desde que estoy solamente una vez salió el sol, ese día aprovechamos, a pesar del frío aprovechamos a bañarnos porque ya no aguantábamos a nadie o, mejor dicho, no nos aguantamos entre nosotros, que más o menos tenemos el mismo olor.

Los ingleses nos visitan casi todas las noches y cañonean desde el mar hasta la costa, pero el único mal que hacen es no dejarnos dormir por el ruido que meten, así que por ese lado no hay tampoco problema. Yo todavía no recibo ninguna carta, ni de casa, ni de Cristina, pero sé que es un poco difícil porque los aeropuertos de aquí están bastante controlados por los gringos y eso hace que sean pocos o casi ninguno los aviones que llegan desde el continente, al igual que los que salen, por eso no tengo idea de cuándo les va a llegar esta carta, de todas maneras manténganse en contacto con Cristina, ya que a ella también le escribo y si no llegan cartas por allá, en una de esas, Cristina tiene noticias.

Bueno, como el espacio para escribirles es limitado, lo único que puedo decir es que no se hagan problema, confíen en Dios, que es el que tiene la decisión al final de todo y todo lo que ocurra, para bien o para mal, es porque Dios así lo quiso. Saluden a todos mis amigos cuando los vean por la calle, no los nombro porque la lista sería muy larga y me puedo olvidar de algunos, a ustedes en especial, papi, mami, Marcos, Miriam y Daniel, un beso y abrazo grande.

No se preocupen por mí, aquí realmente estoy haciendo lo que la patria me pide, defenderla con el arma que me dieron.

Chau, besos.
Jorge Zanela

Jorge Zanela llegó a las Islas Malvinas con 24 años. Era subteniente del Ejército Argentino y formaba parte del Grupo de Artillería 4, se había especializado como paracaidista y en su división en Córdoba instruía a soldados más jóvenes.

Su traslado a las islas empezó el 23 de abril. A las diez de la noche lo llevaron al Aeropuerto de Córdoba, desde donde viajó a Comodoro Rivadavia. Llegó a Malvinas en uno de los últimos vuelos. Con él viajaba el cargamento de artillería: su grupo llevaba unos 18 cañones, que se dividían en tres baterías.

La carta que envía a su familia está fechada el 10 de mayo. Para entonces, ya había presenciado un ataque inglés en la zona del aeropuerto donde estaba posicionado. En su misiva, sin embargo, muestra una realidad menos peligrosa para tranquilizar a su familia, bromea con el clima y la falta de higiene en el pelotón.

Ejercicios un año antes de la guerra, en Córdoba. Todos los soldados que formaban parte de la unidad a la que pertenecía el subteniente Zanela se ofrecieron como voluntarios para pelear en Malvinas.

El subteniente Zanela tuvo su bautismo de fuego en Pradera del Ganso. Fueron más de 36 horas de combate, donde su unidad prácticamente agotó sus municiones hasta el último momento de la batalla. Dispararon unos 3.000 proyectiles. Los soldados estaban extenuados después de más de 30 horas sin dormir. Zanela recuerda verlos con los puños heridos y quemados (el proyectil se empuja con el puño para meterlo en el tubo del cañón) y con los oídos sangrando: a varios les había roto el tímpano la estampida del cañón.

Prisionero de guerra

Luego del combate en Pradera del Ganso, Jorge Zanela fue tomado como prisionero de guerra por las fuerzas británicas. En un primer momento fue retenido en un galpón de esquila de ovejas en Darwin, pero luego lo trasladaron a un frigorífico abandonado en San Carlos que funcionaba como un hospital de campaña británico. Allí observaba la llegada de los soldados ingleses heridos.

La mayoría de los soldados argentinos prisioneros que estaban allí fueron enviados de vuelta al continente vía Uruguay. Pero hubo 12 hombres que permanecieron prisioneros por su antigüedad y especialidad: cuatro comandos, cuatro pilotos y cuatro paracaidistas. Entre ellos estaba Jorge Gustavo Zanela.

El grupo de rehenes se bautizó “Los 12 del patíbulo” por la película de guerra de 1967 “The Dirty Dozen”. Guillermo Potocsnyak, otro de los prisioneros, pasaba el tiempo dibujando a sus compañeros. Zanela es el séptimo, de izquierda a derecha. Las riñoneras que llevan todos en la ilustración eran salvavidas.

El grupo de rehenes se bautizó “Los 12 del patíbulo” por la película de guerra de 1967 “The Dirty Dozen”. Guillermo Potocsnyak, otro de los prisioneros, pasaba el tiempo dibujando a sus compañeros. Zanela es el séptimo, de izquierda a derecha. Las riñoneras que llevan todos en la ilustración eran salvavidas.

El certificado de prisionero de guerra del subteniente Zanela otorgado por la Cruz Roja Internacional

Las fotografías tomadas por los ingleses de Jorge Zanela con su número de prisionero: 652.

Permaneció prisionero desde fines de mayo hasta julio. La última parte estuvo recluido en un barco, aislado y sin saber qué pasaba en las islas. Recién alrededor del 13 de junio pidieron junto a sus compañeros una radio para escuchar el inicio de la Copa Mundial de Fútbol que se jugaba en España. Fue entonces cuando se enteraron las últimas novedades en Argentina y la visita del Papa Juan Pablo II al país.

Finalmente, volvieron al continente el 14 de julio, un mes después de la rendición argentina. Arribaron al puerto de Madryn y desde allí emprendieron el regreso a sus unidades. Zanela aterrizó en un pequeño y alejado pueblo de Córdoba. Se había dado la orden de que nadie fuera a recibirlos porque volvían de perder una guerra.

Después de Malvinas, Jorge se casó con Cristina, la novia a quien menciona en la carta. Continuó su carrera en el Ejército, es Jefe del Departamento de Veteranos de la Guerra de Malvinas del Ejército Argentino y se retiró hace unos años con el grado de coronel. Para darle un cierre a su carrera militar decidió volver a Malvinas.

El coronel (R) Jorge Gustavo Zanela en las Islas Malvinas, 2015. Estuvo una semana y pudo rendir homenaje a los caídos en el cementerio de Darwin.

Después de la muerte de Cristina, Jorge volvió a casarse. Tiene siete hijos.

Los Zanela. Juan (parado, segundo de izquierda a derecha) siguió la carrera militar y es oficial del Ejército Argentino

Cuarenta años después, Jorge Gustavo Zanela sigue juntándose con los soldados que estaban a su cargo en Malvinas. Recibió una condecoración del Congreso de la Nación al Veterano de Guerra, una Mención por Desempeño en Combate otorgada por el Ejército Argentino y ahora retirado, se encarga de difundir en las escuelas la experiencia que vivió en las islas.ç

 

“Papá está permanentemente con vos”

“Puerto Argentino

16 de mayo de 1982

Querido hijo:

Es esta la primera carta que papá te escribe. Mamá, que es tan buena, te la leerá cuando la recibas y la guardará para que la puedas leer tú mismo cuando aprendas a hacerlo dentro de algún tiempo.

Hoy cumples un año de vida. Has crecido dentro del cariño que con mamá y el resto de la familia te hemos prodigado; los días han pasado y has dejado de ser un bebé de meses para convertirte ya en un hombre, con un largo año de vida.

Con el tiempo, te enterarás de que aún antes de esta fecha, te convertiste en el hombre de la casa, cuando papá fue a cumplir su deber: Defender el suelo de la Patria.

Esta Patria que te vio nacer y que todo nos da, nos exige de vez en cuando algún sacrificio, hoy le exigió a papá que no pudiera estar presente en el día de tu cumpleaños, pero sólo físicamente, pues permanentemente papá está con vos.

Quiero que sepas todo lo que tu padre, hijo mío, desea para vos cuando crezcas, y que no es más que seas un hombre de bien, sólo el sacrificio y el trabajo duro y constante rinden sus frutos. En la vida, el hombre debe tener una gran meta que guíe sus pasos, esa meta no debe ser otra que el servicio a Dios, a través del amor a la Patria y a la Familia. Nunca debes sentirte dueño absoluto de nada, pues todo te lo da Dios y cuando Dios te lo pida, se lo deberás entregar.

No quiero extenderme más, sólo quiero decirte que seas bueno y comprensivo con mamá, que aunque a veces te reta, lo hace por tu bien; además cuida de tus hermanos más pequeños que verán en ti a su ejemplo y alguien a quien recurrir cuando necesiten algo.

Hijo mío, ten fe en Dios. Él sabe por qué hace las cosas, da todo tu esfuerzo a la Patria para engrandecerla cada día más y bríndate entero a tu familia. Cuando tengas la tuya, sabrás qué es lo que hoy papá te dice.

¡Feliz cumpleaños, Santiago!

Te besa, Papá.”

El teniente Luis Carlos Martella del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros desembarcó en las Islas Malvinas el 26 de abril de 1982. Tenía 24 años. Su primera orden fue ocupar el Monte Kent, en la isla Soledad, pero poco después fue trasladado a Dos Hermanas.

La noche del 11 de junio, fuerzas inglesas apoyadas por intenso fuego naval atacaron la posición donde Martella se encontraba con sus hombres. Junto a otros oficiales, suboficiales y soldados resistieron con valentía hasta quedarse sin municiones. Ante la situación, Martella dispuso el repliegue de su Regimiento, y recibió una ráfaga de ametralladora en el pecho. Murió dos días antes de que terminara la guerra.

La ubicación del monte Dos Hermanas en la isla Soledad.

Los picos del monte Dos Hermanas, al centro de la imagen, vistos desde Puerto Argentino.

Luis Carlos Martella había nacido en Buenos Aires el 16 de septiembre de 1957. Siguiendo la tradición paterna, egresó del Colegio Militar y con 21 años se convirtió en subteniente del arma de Infantería.

En 1982 fue ascendido a teniente. Al desatarse la guerra entre Argentina e Inglaterra, fue destinado al Regimiento de Infantería 4 en Monte Caseros, Corrientes, antes de llegar a las islas.

Para el primer cumpleaños de su hijo Santiago le escribió esta carta. Había pasado casi un mes de su llegada a Malvinas. A los pocos días del fallecimiento del teniente Martella nació su segunda hija, María Constanza.

Santiago, el destinatario de la carta junto a su padre. Vacaciones en 1982, meses antes de la guerra

El teniente Martella con Santiago. Convivieron solo unos meses

Los restos del teniente Martella yacen en el cementerio de Darwin, en la isla Soledad. Su hijo viajó a las islas en tres ocasiones.

Santiago Martella frente a la tumba de su padre. Fotografía tomada en 2009.

Luis Carlos Martella fue ascendido post mortem al grado inmediato superior, teniente primero

                                            Insignia del Ejército Argentino que identifica el grado de teniente primero, otorgado post mortem a Luis Carlos Martella

En honor a Luis Carlos Martella se erigió un busto en la plaza del Regimiento de Infantería Mecanizado 4 de Monte Caseros, y se construyó un monolito en la Escuela de Infantería.

 

“Puede llegar a costarnos la vida a más de uno si esta tensión continúa”

En navegación

21 de abril de 1982

Sres. Maga y Manuel:

Mis más sinceros deseos son que, al llegar esto a sus manos, se encuentren gozando de muy buena salud y alegría junto a todos los que los rodean, quedando yo bien por el momento a Dios gracias.

A decir verdad, no esperaba escribirles tan pronto y tengo fe en que volveré a hacerlo otro día.

Les cuento que estoy en un panorama muy tenso que no sé lo que va a ocurrir en los próximos días. Solo sé que esta no es una etapa rutinaria, sino algo que puede llegar a costarnos la vida a más de uno si esta tensión continúa. Entiendo perfectamente lo que ocurre a mi alrededor, tengo mucho miedo como todo ser humano. Pero, aún así, me valgo de mis recursos y conocimiento ante cualquier circunstancia futura.

Para ello creo haber cumplido como hijo ante mis padres y como persona ante la sociedad, ¿qué más puedo pedir? Créanme esta no es una confesión de un condenado a muerte, sino simplemente que veo la realidad tal cual es. Ahora solo le pido a Dios que esto termine de la forma más humana posible, sin que haya que derramar una gota más de sangre de la que ya se derramó.

Les pido que me disculpen por mi expresión, pero necesitaba desahogarme con alguien ya que con mis padres no lo puedo hacer. Es por ello que recurrí a ustedes.

Quisiera seguir escribiendo, pero ahora les toca a ustedes. Y si lo hacen, háganlo a Puerto Belgrano, puesto que aquí estamos un día y después zarpamos no sé a donde, tampoco sabemos cuándo volvemos allá.

Chau, cariños para todos, los extraño mucho, espero volver a verlos.

¡Chau!

Cabo primero Valdez Segundo

DIV “R” A.R.A Gral. Belgrano

  

Segundo Valdez vivió la guerra a bordo del Crucero ARA “General Belgrano”. Era cabo primero: había ingresado a la Escuela de Mecánica de la Armada en 1976 y al egresar fue destinado directamente al buque. Al iniciar la guerra, partió desde Puerto Belgrano hacia Ushuaia, donde estuvieron dos días. Desde allí envió esta carta a sus suegros, con los que podía desahogarse a diferencia de las cartas a sus padres, a quienes les mentía para tranquilizarlos.

El ARA Belgrano fue su primer destino al graduarse. En la imagen se lo ve festejando su cumpleaños número 23 a principios de la década de 1980, con sus compañeros de tripulación.

Su tarea en el buque consistía específicamente en el control de averías. Consciente del riesgo que enfrentaba, en su carta escribió “entiendo perfectamente lo que ocurre a mi alrededor, tengo mucho miedo como todo ser humano. Pero, aún así, me valgo de mis recursos y conocimiento ante cualquier circunstancia futura.”

Menos de dos semanas después de haber escrito la carta, el buque insignia de la Armada Argentina era atacado mientras se encontraba fuera del área de exclusión, vigilando a las fuerzas inglesas.

El 2 de mayo a las 16:02 recibió el primer impacto del submarino nuclear HMS “Conqueror” en la sala de máquinas. El segundo torpedo destruyó la proa: el buque empezó a irse a pique. A las 16:23, el cabo primero Valdez y el resto de la tripulación recibieron la orden de abandonar inmediatamente el buque.

El crucero tardó una hora en irse a pique a 4.200 metros bajo el mar en la cuenca de Los Yaganes. Estaba a 210 millas al sur de la isla Gran Malvina.

En el buque viajaban 1093 personas. 323 fallecieron (casi la mitad de los caídos en la Guerra de Malvinas). Aproximadamente 300 lo hicieron en el primer instante del ataque, el resto posteriormente en las balsas a causa de las heridas, el frío y oleaje.

Segundo Valdez fue uno de los últimos en abandonar el crucero. Se tiró desde el buque a una balsa, que ya iba llena con 30 tripulantes. Poco después notaron que la balsa se había pinchado y pidieron auxilio para distribuirse en otras. Pasó 45 horas en una balsa sin comer: las olas de 10 metros les provocaban náuseas y los hacían vomitar. Entre compañeros se sacudían y pegaban cachetadas con el objetivo de no quedarse dormidos y morir de hipotermia. Sufrieron temperaturas de hasta 12 grados bajo cero. Juntaban orina en una bolsa para calentarse manos y pies.

Finalmente, el grupo del cabo primero Valdez fue rescatado por el destructor Piedrabuena. Fue uno de los últimos.

  

El uniforme que usaba el cabo primero Segundo Valdez durante los meses previos al hundimiento.

EL  Glorioso

Desde la tragedia del hundimiento del ARA Belgrano el 2 de mayo de 1982, los sobrevivientes llamaron “el Glorioso” al crucero. Este nombre fue dado porque el buque no hizo la típica vuelta de campana que se esperaría de una nave de semejante tamaño —y que hubiera arrastrado por fuerza centrífuga a las balsas próximas—. En cambio, el casco se hundió lentamente de popa, permitiendo que quienes se salvaron quedaran a flote en las embarcaciones de rescate